Hector Ríos, ACC
Biofilmografía escrita por Eduardo Bunster
Héctor Ríos fue un destacado director de fotografía y maestro nacional.
Estudió Electrotecnia en la Universidad Técnica de Santiago y trabajó cinco años en Chilectra, en Valparaiso. En esa misma ciudad, durante los años 50s, se fascinó con el teatro y se vinculó a un grupo teatral. Motivado por su profesor Vittorio di Girólamo, partió a estudiar escenografía e iluminación teatral a Italia, pero el azar querría que terminara estudiando cinematografía en el Centro Experimental de Cine en Roma, destacando por su trabajo de cámara.
De regreso a Chile comenzó su carrera trabajando con Helvio Soto y luego sumándose al Departamento de Cine Experimental de la Universidad de Chile, en donde profundizaría su relación con varios cineastas de su generación (Pedro Chasquel, Helvio Soto, Miguel Littin), con quienes colaboraría como director de fotografía y productor. También dirigió algunos cortos, entre ellos Entre ponerle y no ponerle, en donde se aprecia su agudo instinto y precisa intuición detrás de cámara.
En 1968 llegaría la oportunidad para Héctor de poner en práctica las ideas cinematográficas que había madurado en los años anteriores. El Chacal de Nahueltoro, que filmó junto a Miguel Littin, daría inicio a una nueva forma de hacer cine para toda una generación.
Esta película se transformaría en su carta de presentación durante muchos años por venir.
Magies, su esposa y compañera de la vida, lo recuerda así: “El Chacal fue su caballito de batalla. A donde fuera que íbamos bastaba con que dijera que había hecho la fotografía de El Chacal de Nahueltoro para ganarse el respeto de los cineastas de ese país, porque era una película muy relevante.”
Después de El Chacal Héctor filmó con Raul Ruiz La colonia penal (1972) y luego en Perú, junto al cineasta boliviano Jorge Sanjinés, El enemigo principal (1973), otro de los filmes íconos del nuevo cine latinoamericano.
En Enero de 1974, con el cierre del Centro de Cine Experimental de la Universidad de Chile y muchos de sus cercanos cayendo en manos de la dictadura, Héctor parte rumbo al exilio junto a su esposa y su hija Carolina, de solo un año y medio de vida.
El primer destino es Perú, luego Honduras y finalmente Venezuela, donde se instalarían por casi diez años y desarrollaría una extensa labor como docente y también en la producción de cortos y largometrajes. Allí también publica su primer libro: Técnica fotográfica en el cine.
El año 1977 filmaría País Portátil, considerada por sí mismo como su mejor trabajo en colores de su época venezolana.
A mediados de los años 80s Héctor regresa finalmente a Chile, a un país que extrañaba y quería ayudar a reconstruir.
Entre las películas que filmaría a su regreso se encuentra La frontera (1991), de Ricardo Larraín, que se transformaría en un nuevo referente del cine chileno y ganaría varios premios a nivel internacional.
En Chile profundizaría su labor docente, realizando diversos cursos en los que formaría a muchos de los directores de fotografía del país, quienes lo recuerdan como un verdadero maestro.