Por Angelina Vázquez Riveiro
En «Crónicas  del Salitre» hay varias secuencias en las que brilla especialmente la cámara y la luz de Jorge Müller y también creo de interés comprender las condicionantes de la producción. Trabajamos con una cámara Bolex Paillard de cuerda, con tres lentes fijos. Así, la máxima longitud de un plano no podía exceder los 20 segundos. De más está decir que no había posibilidad alguna de sonido directo, ni siquiera sonido de referencia.
En cuanto a luces, creo recordar que tendríamos, con suerte un par de focos, insignificantes.
La cámara en mano, firme y atenta de Jorge, nos permitía hacer los imprescindibles movimientos de cámara en muchas ocasiones, dejando de lado el trípode.
Cuando necesitamos un dolly, imposible de conseguir, naturalmente, el productor Jaime Morera, se robó temporalmente una silla de ruedas del Hospital de Iquique… (minuto 5´:20´´ adelante).  Así logramos un hermoso travelling por la arquitectura del Club Español de Iquique, con su exótico toque andaluz, grandioso y colorido, como pervivencia del lujo y perfección de la vida de los dueños del país y del salitre.
En la secuencia inicial, trabajamos en la imprenta de Luis Emilio Recabarren (años 20) que había sido recién recuperada en 1970, y reinstalada en Tocopilla… en una sede sindical.
La sincronicidad estaba de nuestra parte: se imprimía el periódico del día, que anunciaba la visita del Presidente Allende a la zona salitrera, un momento extraordinario… Estábamos allí, y de los engranajes casi alegres salían ejemplares con tinta fresca y la sonrisa de Salvador Allende.
Descomponer en planos cortos la acción y lograr que los elementos significativos nos permitieran sentir la maquinaria como prolongación de la escritura y la inteligencia: artesanos de las letras, de la tinta y de la máquina… posibilidades escasas de hacernos acompañar de la luz, bien escaso en la penumbra editorial.
No se podía repetir casi ninguna toma, no teníamos el material para hacerlo. Si mal no recuerdo, solo de la toma final en que las manos de un trabajador acomoda la primera plana para que con un leve movimiento de cámara nos quedemos en la foto de Allende.
Un segundo momento es el viaje de «los particulares» (minuto 2:08 adelante) desde la Oficina Salitrera Alemania hacia las pampa para extraer y acopiar el caliche. Si alguien se molestara en cronometrar las tomas, sorprende encontrarse con varios planos que están en el borde de los 20 segundos… es decir, que Carlos Piaggio, el maravilloso editor maestro, en muchas ocasiones tuvo que despuntar el inicio y la cola de un plano, porque el tiempo que nos regalaba la cámara estable y segura de Jorge era imperdible. Las dificultados de la luz de la mañana en la pampa, no impidieron que lográramos unas notables panorámicas de esos hombres y su destino, una carretera por delante, interminable…
Y para terminar, (minuto 2:57 adelante) quisiera una breve referencia a la hermosura de la imagen de un trabajador, un hombre mayor y gastado, como su ropa también, que con sus manos desnudas, firmes, resecas, se hace una con los trozos de caliche que hora tras hora, día tras día, va acopiando par a la faena posterior en los cachuchos…
En la soledad de la pampa, en el silencio lleno de las voces de quienes estuvieron antaño, que aún recuerdan a Recabarren, a las matanzas obreras y a las luchas acometidas.
La cámara pausada, cercana, la luz que revienta los blancos y dibuja polvo en el aire brillando, nos permitió, una vez más, descomponer la acción en planos cortos, de detalle, que prolongan interminablemente los gestos reiterados por un trabajo tan inclemente como el paisaje… y tan lleno de ternura también como esa pampa calichera.
A partir del minuto 6:15 van recorriendo las faenas en las canchas y los cachuchos y en las que de alguna forma, los planos cortos de torsos, gestos, engranajes y maquinarias de una arquitectura industrial, son el contrapunto de las reflexiones de esos mismos trabajadores sobre el origen de sus luchas y los peligros que ven en la reacción de los patrones de siempre frente al gobierno popular.
Ver  «Crónica del Salitre» de Angelina Vázquez Riveiro
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