por Alejo Crisóstomo ACC  

Mis hermanos sueñan despiertos, el segundo largometraje de la directora Claudia Huaiquimilla, se estrenó en 2021 en el prestigioso Festival Internacional de Cine de Locarno. Ganó los premios a Mejor Película Iberoamericana, Mejor Guion y Mejor Actor del Festival Internacional de Cine en Guadalajara. Fue la primera película chilena en estrenar en salas nacionales luego de la reapertura de cines por la pandemia y su director de fotografía, Mauro Veloso ACC, recibió el Premio Héctor Ríos a la mejor fotografía de largometraje nacional en el Festival de Cine de Valdivia:

Por su alto nivel cinematográfico y su aproximación poética,  el premio Héctor Ríos a la mejor fotografía de largometraje nacional, es para la película Mis hermanos sueñan despiertos, fotografiada por Mauro Veloso ACC y dirigida por Claudia Huaiquimilla. Al servicio del relato, las imágenes nos permiten adentrarnos en el espacio que habitan los personajes, dejándonos sentir el encierro en el que se encuentran. Además, la sensibilidad fotográfica, en conjunto con los elaborados movimientos de cámara, nos conecta con el mundo interno de los personajes, transportándonos al espacio emocional en el que ellos se encuentran. (Acta del jurado Premio Héctor Ríos)

 

 

Filmada durante 28 jornadas con una cámara RED Ranger Gemini y lentes Atlas Orion anamórficos, la película está inspirada en varias de las trágicas historias que han ocurrido dentro de los centros que administra el Servicio Nacional de Menores (SENAME), institución del Estado de Chile que ha sido reformada recientemente luego de un largo historial de agresiones, violaciones y muertes. Su historia es narrada a través de un grupo de adolescentes recluidos en una cárcel juvenil, jóvenes con anhelos que miran a través de las rejas y sueñan con la libertad que existe más allá de los inmensos cerros que los rodean.

Luego de recibir el Premio Hector Ríos y antes de viajar a Ecuador donde filmó uno de sus próximos proyectos, Mauro Veloso ACC tuvo la amabilidad de contestar una serie de preguntas que nos dan luces de su trabajo detrás de la cámara, de su relación con la directora, equipo y elenco y de la magia, cariño y técnica con la que iluminó una película importante y relevante que honra a miles de niñas, niños y jóvenes a quienes se les robó la posibilidad de un futuro.

 

¿Habías trabajado con Claudia Huaiquimilla antes? ¿Cómo la conociste y cómo llegaste a fotografiar su segunda película?

Cuando vi Mala Junta quedé sorprendido con la película. Me impactó mucho el relato y la actuación. Me llegó profundamente en todo sentido, así que cuando salí del cine le envié un mensaje a Claudia, felicitándola. Tiempo después, yo estaba buscando directora para un proyecto personal y fue en la primera persona que pensé. Nos juntamos, hablamos de la vida, de donde venimos, de lo que nos mueve como personas. Tuvimos largas conversaciones y de vez en cuando hablábamos de cine. Filmamos el teaser de mi proyecto en mi casa en Cauquenes. Claudia conoció a mi familia y el vino pipeño que mi Papá hace y nuestra relación de amistad fue creciendo. Después de eso filmamos tres video clips de Denise Rosenthal, todos con el sello de Claudia. Lo pasamos muy bien durante esos trabajos.

He leído que Claudia y Pablo Greene (coguionista) hicieron una larga investigación, recopilando varias historias de jóvenes similares a los personajes de la película. ¿Participaste o tuviste acceso a esa investigación para enriquecer tu propuesta?

Sí, hubo una investigación muy extensa de lo que pasa en los centros y claro, de las historias de los niños a lo largo del país. Es tan profunda la investigación que tiene datos que no se conocían. Yo había filmado Niñas Araña (2017) y venía con un conocimiento de cómo son y cómo se manejan estos centros. Me había tocado filmar en Sename y había tenido acceso a algunos archivos, además de lo que investiga uno como director de fotografía. Con esta película, en vez de basarme en hechos concretos, mi propuesta la hice desde mi primera impresión y de lo que ya conocía. Me parecía muy real fotografiar desde la emoción y el instinto, creo que eso se refleja en la película.

¿Pudiste participar en algunas de las etapas tempranas del proyecto, tal vez dando retroalimentación en proceso de escritura o en proceso de casting y scouting?

De alguna u otra manera, Claudia siempre te hace partícipe de sus proyectos, te involucra emocionalmente para llegar a algo artístico. Esta película venía con una investigación larga y cuando me convocaron ya estaba todo claro. La primera vez que leí el guion sentí que enfrentábamos algo importante y comenzamos a hablar con Claudia desde una visión fotográfica. De esa primera versión de guion que leí, si mal no recuerdo, lo único que cambió fue el título, de Motín a Mis hermanos sueñan despiertos. Así que sobre la historia, no había mucho por hacer. Mi mayor participación inició en el scouting, donde podíamos decidir lo que queríamos contar y cómo. Siempre hemos sido muy prácticos en resolver las situaciones de locación, creo que no nos ponemos pretenciosos y buscamos la conveniencia para el equipo. En esta película no teníamos muchas opciones de locación así que nuestra elección fue inmediata. Lo complejo fue unir tres locaciones distintas y hacer que parecieran una. El Sename de nuestra película está armado con dos colegios y un centro que quedaba en Graneros. Los colegios son el Valentín Letelier y el INBA.

 

 

La película tiene una denuncia clara al sistema, sin embargo también muestra a un grupo de jóvenes que en circunstancias terribles, se hacen amigos, ríen y sueñan. ¿Cómo se construye la propuesta de movimientos de cámara e iluminación para aportar a estas sensaciones?

Siempre pensé y sentí que estábamos contando la historia de un grupo de niños encerrados, con todo lo que eso implica. Los movimientos se construyen en base a lo que voy sintiendo con el guion y los personajes, a veces pueden ser más dinámicos y otras veces me quedaba quieto, estacionado en la reflexión interna de los protagonistas. Un par de veces tenia planteado movimientos de cámara que tuve que cambiar. Después de ensayar en set con Claudia y elenco, te vas dando cuenta que la energía que le están dando a la escena es distinta a la que yo visualizaba como fotógrafo. Rápidamente me adecuaba y lo que originalmente pensaba que debía ser en movimiento, se transformaba en algo mucho más pausado, apoyado en la carga emocional que me podía dar la óptica y el encuadre. Uno va construyendo desde la observación, desde la emocionalidad que sale de cada palabra y a la vez, de abstraerse de nuestra realidad y de las normas.

¿Con respecto a los ensayos, cómo aportas desde la cámara en el trabajo entre jóvenes y elenco con más experiencia? ¿Participas ahí o sigues más bien la experiencia de Claudia?

De los primeros ensayos de elenco no tuve la oportunidad de participar. Este es uno de los fuertes de Claudia y es en donde creo que encuentra la emoción y el tono de sus películas. Ya cuando estamos en set observo cada movimiento de los actores, cómo se desplazan, cómo intensifican la mirada. Empiezo a tener una primera aproximación a cómo será el movimiento de la cámara o el tipo de lente que usaremos. Lo converso con Claudia para llegar a consenso y se lo voy transmitiendo a los actores detalladamente. Me preocupo mucho por que sepan lo que estamos haciendo. Para muchos era un mundo nuevo y era la primer vez que se enfrentaban a una cámara y a un equipo detrás de ella. Tenía mucha conciencia de eso, era muy importante que estuvieran tranquilos y que lograran sacar toda la emoción, olvidando lo intimidante que puede ser una cámara a 30 cm de su cara. Es por eso que les cuento por dónde pasará la cámara y en qué estaremos poniendo la mayor atención. Rápidamente pasó a ser una herramienta de los actores, los voy siguiendo y voy comprendiendo su emoción, creando planos que acentúan su actuación. Es una de las partes que más me gusta de hacer una película.

¿Cómo fue la preparación para el rodaje? ¿Hicieron un guion técnico y bloqueo o era más bien espontáneo y libre? ¿Tenías algunas referencias que te acompañaron en la ejecución o tenía Claudia alguna referencia fotográfica y de lenguaje que revisaron juntos?

Cuando comenzamos a afrontar la película hubo mucha conversación para traspasar la emoción del guion a lo visual. Nos juntamos con la directora de arte, Karla Molina, en casa de Claudia y vimos referencias. Las vimos como un pequeño acercamiento a lo que queríamos plasmar, sin el ánimo de copiar o repetir tomas o planos. En nuestras conversaciones de guion nos dimos cuenta que no queríamos mostrar algo oscuro o decadente visualmente, sino que nuestra atmósfera fuera la de un lugar donde viven niños. La oscuridad está representada por las instituciones y el mal manejo que tienen estas.

A nivel fotográfico, la luz estaría en su forma natural, como es en un centro, pero reforzada con la visión propia que le podíamos dar a las distintas situaciones en la película. La luz de la ventana, tanto de día como de noche, seria la fuente principal, claro con las diferencias que esta conlleva. De día la luz marcaría horarios y de noche tendría un naranjo clásico de estos centros, una luz fiscal. El humo juega un papel importante también, ya que une el mundo real con el onírico.

En cuanto al manejo de cámara, había más sustancia a nivel de movimientos. La película está marcada por una cámara al hombro que sigue en su día a día las emociones de los personajes, convirtiéndose en uno de ellos. A veces como testigo en primera persona y otras veces como un testigo mas distante que observa las cosas desde lejos. El uso de estabilizador se decidió para las partes oníricas de la película, representando sus sueños y reforzando el viaje desde lo real hacia lo onírico, viajes impulsados por las pastillas que le dan a los niños en este tipo de centros. Muy pocas veces usamos trípode para plantarnos como un testigo macabro de las decisiones de los personajes, generalmente cuando decidían su futuro.

¡Todo esto surge a partir de muchas conversaciones!

 

 

La escena en la que Angel da la prueba de aptitud me conmovió especialmente, a pesar de ser un bloqueo aparentemente sencillo. Es el momento en el que quizás está más cerca de alcanzar un futuro distinto. ¿Hay una preparación consciente al enfrentar esa escena y una conversación con Claudia en torno a su significado?

La conversación es vital, la comprensión de seguir un solo camino desde la emocionalidad guiada y decir “desde dónde queremos empezar y hasta dónde queremos llegar” es el resultado de este tipo de escenas. Esta escena representa un antes y un después, es cuando vas plano a plano armando la historia para llegar a este punto de inflexión que puede ramificar una película hacia distintos destinos en base a su relato. Y claro, yo sabía que esta escena tenía un punto de clímax y si bien está resuelta de una manera menos compleja en puesta de cámara, hay un contrapeso con la explosión de emociones que nos da Ángel. Y eso pasa a ser lo más -y lo único- importante.

¿Puedes relatar alguna escena que representara un reto especial para ti y cómo lo enfrentaste?

La última escena fue muy compleja, había muy poco tiempo para desarrollarla. Teníamos seis horas para filmar un motín con fuego, humo y todos los niños. Teníamos una idea de cómo queríamos que se viera esa escena pero solo en nuestra imaginación. El piso estaba mojado por seguridad, el fuego daba mucho calor y el humo no dejaba ver mucho. Teníamos recorrido desde la sala de estar al dormitorio y desde el dormitorio al baño. Fue una buena coordinación de coreografías y un tremendo trabajo de Juan Millán Costa en el foco. A la vista no se veía mucho y el diafragma estaba todo abierto. Fue un tremendo desafío esa escena por el poco tiempo que teníamos y por los efectos que llevaba. Los chicos estuvieron muy concentrados y eso ayudaba mucho al buen desarrollo de la cámara en sus traslados. Después de toda esta vorágine lo último que filmamos de la película es el final. Claudia por primera vez me pidió que usara radio, me dijo que tenía clarísimo cómo quería que se moviera la cámara. Fue tremendamente emocionante filmar ese momento. Ya veníamos con una emocionalidad desbordada, con el estallido social ocurriendo en las calles y con la convicción de que estábamos haciendo algo importante. Yo solo tomé la cámara y Claudia me empezó a hablar por la radio, diciéndome cada movimiento y su velocidad, cuándo debía acercarme y en qué valor de plano. Su voz empezó a temblar y mis ojos se llenaron de lágrimas. El visor se empañó y dejé de ver lo que estaba haciendo… es el plano más lindo que he hecho.

 

 

Háblame del equipo humano de cámara y luces. ¿Tuviste otro operador en algunas escenas?

El equipo humano es muy importante, somos amigos y nos tenemos una confianza tremenda, ¡yo con ellos a todos lados! Y ya llevamos un tiempo trabajando juntos, así que ni siquiera es necesario hablar a veces, hay telepatía y miradas que dicen todo.

Tuvimos dos operadores de estabilizador, Marcelo Numi y Rafael Russo. Hicieron un trabajo hermoso. Pude traspasar mi sentimiento y ellos entenderlo.

¿Cómo fue tu paquete de luces y las posibilidades técnicas o retos que tuvieron?

Utilizamos mucho tubo barato, de esos de ferretería. Para las noches usamos ampolletas de sodio y en la sala de clases ocupamos un HMI de 1.8. Antes de filmar, con Yayo Paredes diseñamos la película y revisamos los requerimientos técnicos. No pasamos zozobras, pero tampoco estábamos holgados. Utilizamos mucho negativo y por sobretodo nets de 4×4. Para el equipo eléctrico era engorroso poner los tubos y las telas negras, pero pienso que anduvimos súper bien.

¿Cómo recibiste el Premio Héctor Ríos y qué significa para ti?

Fue muy emocionante. Estaba en el aeropuerto de Concepción cuando me avisaron. En primera instancia uno se pone nervioso y me pasó que me encontraba con todo un equipo de rodaje. Le dije a la persona que estaba al lado y él le contó a los otros compañeros. Recibí un aplauso de muchas personas y su cariño, fue muy lindo.

Héctor Ríos ACC es un referente y una fuente inagotable de inspiración para los que nos dedicamos a la fotografía. Obtener el premio es un honor que no tiene parangón, es un orgullo máximo para cada persona que trabajó en la película y sobre todo para el equipo de fotografía. Nos sentimos muy orgullosos de poder decir que ganamos el Premio Héctor Ríos.