por Alejo Crisóstomo ACC   

Hace unas semanas la cuenta de Instagram de ACC superó los cuatro mil seguidores y al momento de escribir esta nota, ya éramos cuatro mil trescientos noventa y nueve. Y es que la red social de la camarita parece ser la mejor plataforma para compartir imágenes y conectar con personas que como nosotros, se interesan en ellas. Desde mayo de 2019, cuando simbólicamente se dedicó el mes a compartir en la plataforma el legado de nuestro socio honorario Hector Ríos ACC, se instauró la curaduría mensual a cargo de una socia o socio de nuestra asociación. Sin duda que esto y la serie de Lives que se realizan ahí, han potenciado nuestro diálogo virtual con las y los seguidores, permitiéndonos cumplir varios de los objetivos de la ACC, entre ellos, la difusión del trabajo de nuestras socias y socios, la educación y la reflexión en torno a la imagen en movimiento.

Durante el mes de julio esta curaduría estuvo a cargo de Diego Pequeño ACC quien, a través de sus publicaciones, nos guió por un viaje en contacto con sus trabajos y reflexiones, partiendo por el cuestionamiento de la definición de nuestro oficio:

En el inicio del libro Días de una cámara de Néstor Almendros, este dice “¿Qué es un director de fotografía? ¿Para qué sirve? Para casi todo y para casi nada. Sus funciones varían tanto de una película a otra, que no se pueden definir de una manera exacta”. Y claro, en todo trabajo fotográfico en esas definiciones van apareciendo los bordes difusos y los caminos abiertos, y nos damos cuenta que las lecturas siempre son más amplias de lo que unx piensa. Por esto, la diversidad es uno de los valores a los que nos debemos lxs que trabajamos con la creatividad. Un poco por eso es que, a veces, se puede ser hasta algo errático. Porque se activa el sentido de la búsqueda. Esa extraña búsqueda de algo que no sabes lo que es, pero intuyes que no tienes y, quizás, nunca llegues a tener. El motor que permite este movimiento, creo, es lo que nos mantiene vivos y creativos.

 

Si bien las convenciones nos ayudan a ordenar y definir cosas, en el campo de la creación suelen quedar cortas. O ser inútiles. Por eso es que unxs prefieren un tipo de imágenes y otrxs unas diametralmente diferentes. Para unxs el cine es una cosa y para otrxs, otra. Todo tiene que ver con nuestras vivencias, experiencias, sensibilidades y emociones. Esta apertura hace que lxs directorxs de fotografía nos movamos sigilosxs ante tantas posibilidades, trabajando una identidad y la fundamental sincronía con otrxs. Debemos ser intérpretes, pero a la vez tener voz y claridad en nuestras decisiones. Para mí el crear imágenes en movimiento es un oficio que va más allá de lo meramente estético, porque también traspasa lo emotivo, lo conceptual, lo poético, lo ético y lo visceral. Todo ello convive en la diversidad de muchos caminos y es, finalmente (o personalmente), lo que me inspira.

 

Almendros tenía razón antes y la sigue teniendo hoy. No hay una definición exacta para nuestro trabajo. Y eso es lo bello.

No tendría sentido copiar cada publicación de Diego aquí, para eso existe la cuenta desde donde se pueden ver junto a las del resto de socias y socios que han sido anfitriones, en uno más de los acervos que vamos generando como asociación y que quedan en la nube para ser consultados por cualquier persona interesada, desde cualquier rincón del universo con acceso a la App o a la WWW.

Todo el trabajo de Diego se ve muy interesante y cada fotograma que publicó invita a buscar esos trabajos, sin embargo hay dos intervenciones particulares con los que conecté, por lo que me tomo la libertad de compartirlas acá. Nací en Guatemala, donde la mayoría de la población es indígena y en un territorio relativamente pequeño conviven veinticinco culturas diferentes. Habiendo tenido la oportunidad de conocer y registrar varias de ellas, me identifiqué con Diego y su relato sobre el trabajo que ha hecho en torno a los pueblos originarios:

 

 

Vivo en el campo, en Limache, y he tenido la suerte de pasar la pandemia en un lugar con mucho espacio, en contacto y armonía con la naturaleza. Uno de mis vecinos y amigos es el cineasta Cristóbal Vicente, quien nos regaló hace poco una copia de su documental ARCANA. Un retrato potente, crudo, pero a la vez hermoso de la vida que tenían los privados de libertad en la cárcel de Valparaíso, registro realizado en 16 mm, durante los últimos meses del funcionamiento de la cárcel en el corazón de la ciudad-puerto. La reflexión al ver la obra, en las condiciones particulares en la que se encuentra el mundo hoy y en contraste con el privilegio que tengo al vivir acá, me conectó con la reflexión que hace Diego en torno a su trabajo en la serie Libre:

 

 

Dubi Cano es la anfitriona actual de la cuenta. Les invito a conocer su trabajo y a escarbar también hacia atrás, para ver los relatos del resto de socias y socios que han publicado ahí. Vale la pena el viaje y se vuelve una fuente valiosa de inspiración.