por Manuel Vlastelica

Algo de contexto:
La persona que figura en la fotografía vertical lleva como nombre Raúl, le dicen “Guataca”. En su vida cotidiana cumple la función de abuelo en la, casi extinta, comunidad Kawésqar residente en Puerto Edén; un pequeño pueblo entre canales a 30 horas de navegación del turístico Puerto Natales.

El momento capturado no es uno del cotidiano, tampoco uno demasiado especial. Creo que su gesto concilia entre ambos extremos, al borde de caer en la pose. Sus manos, por el contrario, caen con una naturalidad nerviosa. La coyuntura entre esa posición y la fotografía, ocurrió en medio de un tránsito. Raúl nos guiaba, a mí y a un grupo de ocho personas, en busca de un huemul, con el fin de enseñar los conocimientos que todo Kawésqar debe poseer; nosotros documentábamos. Tomás, su nieto, lo observaba con atención fuera de plano. Raúl rastreaba al animal buscando pelaje en los arbustos cercanos, prediciendo sus movimientos en una lógica que solo él manejaba y que había aprendido por consecuencia de una latente herencia. Me atrevería a decir que lo llevaba en la sangre, fluyendo junto a un profundo resentimiento social.

(Las fotografías que complementan el relato, como el hallazgo del huemul o el contexto del viaje, han sido quitadas de forma consiente, ya que solo cumplirían un fin ilustrativo y llenarían de veracidad una reflexión que debe mantener un tono etéreo).

Obviando la figura erguida de Raúl, en el fondo de la fotografía se puede apreciar que comenzaba a llover. Minutos después, cuando se capturó la imagen horizontal, el sol golpeaba de forma tenue las montañas cubiertas de tundra. El día había mantenido ese rítmico vaivén de forma rigurosa. Nosotros nos deteníamos a observar el paisaje. Pocos metros de montaña nos separaban de un glaciar que en aquel momento, tal como ahora, se me hace inabarcable. Los ánimos decaían y comenzábamos a entender la complejidad de la tarea propuesta.

La razón por la que expongo ambas imágenes juntas y de forma consecutiva, no radica solamente en su vínculo cronológico ni espacial. Mi interés reside en que la fotografía horizontal fue realizada por Raúl justo después de ser retratado, en lo que seguramente fue su primera vez manipulando una cámara. Considero que en aquel encuadre, repleto de azar, descansan inquietudes y sutilezas que me obligan a reflexionar sobre un tema que para mí es recurrente; el punto de vista. Procedo a transformar en palabras algunas ideas. Me disculpo si muchas de estas son derechamente preguntas.

¿Cómo ve un Kawésqar?
Imagino la mirada como un elemento con masa; un volumen amorfo pero calculable y medible.
En esa idea, ¿con qué peso carga esa mirada?

Me doy cuenta que el carácter inquietante de la segunda fotografía radica en que ambos encuadres cuentan con su presencia de formas distintas y oponibles. Esta idea sitúa las imágenes en una balanza. En términos poéticos, ¿qué mirada pesa más? Me gusta creer que mi mirada es ligera. Es la de un observador simplemente, uno que se deja asombrar. Raúl, en cambio, es una figura compleja que vive en función de la herencia cultural y su foto, aunque arbitraria, se despliega en el gesto paternal y conservador de retratar su territorio, aquel que lo conecta a sus antepasados. Los antepasados también son imágenes; la memoria está llena de imágenes. Su encuadre deviene en recuerdo.

¿Existe en la fotografía algún vestigio de la forma en que sus antepasados observaban el territorio?

Así mismo, ¿existe, en mi encuadre, un vestigio del gesto colonizador? Me refiero al gesto de dominar lo encuadrado, así como se domina un territorio y en ese dominio se le otorga un sentido. Muchas veces, a lo largo de la historia, ese sentido escapaba a una necesidad real y conocer cada rincón del mundo era conscientemente un gran sin sentido humano; el absurdo gesto de imponer un lenguaje y de, a través de la vista, capitalizar todo.

“Las imágenes son lenguaje” he escuchado decir muchas veces.

Existe violencia en darle sentido a algo que no lo necesita. El encuadre, tanto como el territorio, tanto como la memoria, tienen el potencial de existir fuera de la estructura y es una imposición arbitraria esa concepción de causalidad. Me siento, bajo esa idea, colonizado y colonizador al mismo tiempo y pongo en duda si mi intención de extender la cámara a Raúl tuvo el impacto que yo deseaba o si fue, una vez más, una forma inconsciente de imponer nuestro lenguaje.