por Jorge González ACC   

Hola a todos, les quiero hablar un poco de aquello que me inspira.

Desde muy chico tuve cierta fascinación por el fenómeno del movimiento. Mi primer acercamiento al el cine fue cuando a los 12 años, me entretuve reparando un pequeño proyector mecánico de súper 8mm. Cuando lo hice funcionar, pude ver proyectado en un pequeño trozo de cartón una animación breve de 1 minuto y que, al girar la manivela, me permitió ver cuadro a cuadro cómo se descomponía el movimiento y cómo, al acelerarlo, esa animación tomaba velocidad y fluidez.

Quizá un objetivo fijo para todos nosotros es ir en la búsqueda de algo nuevo. Lo distinto y propio se constituye en la meta a alcanzar y la experimentación es sin lugar a dudas una gran fuente de inspiración para aquello. He transitado por diversos mundos, y en todos ellos he cosechado algo. Siempre buscando algo que no sé definir (se me viene a la cabeza la canción de Chico Buarque “o que será?).

Fotografía infrarroja, Playa de Anakena, Rapa Nui

Tuve una formación muy particular y propia. No tuve maestros, ni pasé por el proceso clásico de ser asistente de cámara o gaffer antes de ser director de fotografía.

La primera vez que filmé en mi vida fue la primera vez que tomé una cámara de cine. Antes de eso, nunca tuve ocasión ni siquiera de enhebrar la película en el chassis. Trabajé mucho haciendo programas de TV semi documentales, de mucha conversación en la calle y en locaciones. Pero nunca cine.

Fue una experiencia increíble que se basaba en mi convencimiento absoluto de que, si tenía los conocimientos teóricos, ere posible realizarlo. Ya tomaba fotos desde los 15 y desde los 16 revelaba en mi laboratorio mis propios negativos y los ampliaba. Suficiente en mi opinión, para dar el salto.

Superado el miedo a filmar, (ok, la película expone) se abre un mundo nuevo, mas conectado con las ideas, en donde lo importante es ¿qué quiero poner dentro del cuadro? Es ahí donde hay que perder el miedo a los desafíos. Siempre asumí pequeños riesgos controlados y creo que ese es un atributo que siempre hay que explotar. No seguir exactamente el mismo camino de los demás y tener valor para caminar por senderos nuevos.

En la imagen, filmando Hormigas Asesinas.

Tuve la suerte de trabajar en proyectos de documental y esa experiencia, me ayudó a conectar y entender los ritmos internos de las conversaciones. Estar atento a lo que viene es una manera de adelantarse a una posibilidad de montaje y entender cuándo panear, cuándo seguir a un protagonista, cuándo dejar que un personaje salga de cuadro. Eso es un valor agregado que permite tener variedad en la edición, que le da libertad al montajista para armar la escena con principios concretos y le permite cerrar una escena también dejando espacio para que el espectador pueda procesar lo que acaba de ver. Inicios y finales de escena. En mi opinión, fundamentales en el documental.

Ahora bien, esa habilidad para estar concentrado y conectado se constituye en la principal arma del director de fotografía cuando se trabaja en ficción también.

Y en lo que respecta a este tema, es fundamental la música. Una escena es una gran coreografía que se mueve al ritmo de una música inconsciente. Esta presente ahí, en el set, y es importante encontrarla. Mirar los ensayos y escuchar lo que se habla, es en mi opinión, lo principal. Permite incorporar las variables (toda escena es única), que se suman a los aprendizajes heredados (rodajes anteriores) y esa mezcla logra un todo coherente que se plasma en el trabajo de cámara y por ende en la comprensión de la luz de esa escena en particular. Si no sé qué harán los actores, no puedo dar el último toque de luz que se transforme en la última capa de valor en la imagen.

Mis fuentes de inspiración no son muy distintas, creo, que las que tienen los demás directores de fotografía. La pintura clásica y la fotografía fija, fueron un gran pilar en mis comienzos. Jean-francois Jonvelle, Jeanloup Sieff y Jan Saudek, por mencionar a algunos (hartos Juanes) son fotógrafos que me fascinan por razones muy diversas.

Fotografía de Jan Saudek

Por el lado de los DoP, me gusta mucho lo que se hizo en USA en los 70’ y 80’ y el empuje que le dieron al cine industrial los directores de foto europeos que llegaron a trabajar: Vilmos Zsigmond, Janusz Kaminski, etc y por otra parte, me gusta mucho la filosofía de trabajo que tenía Haskell Wexler.

La literatura construye imágenes en nuestro cerebro y eso alimenta nuestra capacidad de crear. La literatura de ficción y algo de filosofía fueron grandes compañeras en mi juventud y aún hasta hoy mantengo mis hábitos. Trato de leer lo mas frecuentemente que puedo. Ahora mas vinculado a la ciencia y la antropología, que a la ficción y la filosofía.

Quiero volver al tema de la pintura, Cuando me refiero a ella como inspiración, no puedo dejar de recordar a Rembrandt y su maravillosa pintura Sansón y Dalila.

De partida es una maravilla la manera en que el pintor recoge la fuente de luz y reproduce, en distintos matices de brillo, la forma en que esta se refleja en el suelo y cómo golpea directamente sobre los sujetos. Una sola fuente, simple y efectiva. Un maravilloso contraluz que guía al espectador al centro de atención de la obra.

Eso desde la perspectiva de la luz. Pero desde la mirada de la narración -encuadre y elementos representativos en la obra- es también una impresionante forma de entender el valor intrínseco que tiene la síntesis en la construcción de una historia. Es una imagen que descompone el tiempo y el espacio de manera magistral. Con un golpe de vista podemos entender claramente algo que en la práctica debió suceder en el transcurso de varios minutos, pero que el pintor plasma en una sola imagen. Los filisteos, quieren evitar que Sansón vuelva a pelear con ellos y deciden cegarlo y cortar su cabellera, que era lo que le daba la fuerza. Y a mí me inspira el ver cómo se le puede agregar valor a una imagen complejizando y sintetizando a la vez múltiples acciones, dándole profundidad al relato. Dalila tiene en sus manos la tijera y el pelo de Sansón, quien está tirado en el suelo con un puñal en un ojo y con las lanzas amenazándolo. Es un poco gore, pero como un todo, me parece perfecta como objeto de estudio.

La música también es una gran fuente de inspiración. Quizá lo más valioso que rescato es la posibilidad que tuve desde muy chico de escuchar todo tipo de música. En mi casa lo que mandaban eran los discos y no la radio y escuché desde música clásica hasta pop, pasando por tangos y también tropical. Y es ahí donde siento se incorporan elementos rítmicos a mi forma de pensar y ver la cinematografía. La habilidad para insertarme en el tempo de una escena y poder sincronizar los movimientos de cámara con el mood interno del acting, considero que es un atributo de mi trabajo. Y eso, yo creo que se puede sentir. Todos lo sentimos al estar en el set. Si soy capaz de olvidarme que estoy trabajando y me conecto con la escena en una forma casi espiritual, los movimientos de cámara se hacen totalmente inconscientes. Es un estado mental. No soy muy fanático del futbol, pero me parece que debe ser como estar cerca del arco y pegarle a la pelota para hacer un gol. No se piensa en la velocidad del viento, en la distancia exacta a la que estoy o si el pasto está mas largo de lo habitual. El cerebro procesa toda esa información y la traduce en MOVIMIENTOS. Y eso es un entrenamiento, creo yo. Es memoria muscular y concentración. Y quizá eso es un punto a favor para quienes les gusta estar lucidos y concentrados. Es un habito que se debe cultivar y alimentar diariamente.

A propósito de esto que les hablo, quiero citar a Wikipedia. Según los griegos, la inspiración supone que el artista alcanza un estado de éxtasis o furor poeticus, el frenesí divino o locura poética. El artista es transportado más allá de su propia mente y recibe los pensamientos de los dioses. Platón, en Symposium 197a, Phaedrus 244, como también Teócrito, Píndaro, y Aristóteles (en Poetics) argumentan que el poeta se transporta temporariamente al mundo de la verdad o comprensión divina y es esta visión la que lo obliga a crear. Por lo tanto, las invocaciones a las musas y otros varios dioses poéticos son auténticas plegarias en busca de inspiración, para recibir el aliento del dios. Esto a mí, me hace mucho sentido y lo conecto con lo que les narré antes. Estar inspirado, para mi, es un estado mental necesario en el set y que se alimenta de todas las experiencias pasadas, que forma un gran archivo de referencias inconscientes: música, literatura, pintura, teatro, experiencias de vida y capital cultural familiar. Toda experiencia creativa cabe para formar nuestro soporte, alimento de nuestra inspiración diaria.

Un abrazo a todos.