Colegas participantes: Valeria Fuentes y Matías Illanes

Fotografías contingencia : Camila Rodó ( NOA) @nosotrasaudiovisuales, Felipe Marín @angulos_dispersos y Diego Pequeño @diegozepequeno

Agradecimientos: Claudia Huaiquimilla y Pejeperro Films

Redacción: Juan Millán Costa

Introducción

Octubre sin lugar a dudas será un mes recordado para nuestro país. El 05 de octubre se cumplió 32 años del plebiscito del Si y el No, pasando de una dictadura de 17 años a una nueva democracia con la consigna “la alegría ya viene”. Tres décadas después, un 18 de octubre de 2019, empieza lo que algunas personas denominan el “estallido social” y otras “ la revuelta”, donde el pueblo elabora una serie de demandas sociales de las cuales, las personas que trabajamos en cine, también formamos parte. El 25 de Octubre de este 2020 se hará un plebiscito sobre una nueva constitución que debió hacerse en abril pero la pandemia lo impidió, así como también esta misma pandemia COVID-19 nos encerró en nuestras casas sin poder salir a filmar, salvo algunas cosas esporádicas tomando los resguardos. Pandemia que nos obligó a mejorar nuestras organizaciones por medio de la plataforma Zoom, que inició las entrevistas en vivo entre colegas y abrió muchos espacios de reflexión sobre cómo abordar el cine que se nos viene.

Este semestre nos dio tiempo para reunirnos más seguido, para establecer estrategias de cómo ayudarnos ante una crisis económica que podía afectar a algunos colegas, nos dio tiempo para ver muchas películas online desde nuestros hogares. Nuestras colegas cinefotógrafas se articularon y también se han manifestado ante el machismo e injusticia que nuestra cinematografía presenta, tanto en Chile como el mundo, hacia las mujeres y disidencias. En paralelo, Estados Unidos sufre un asesinato de carácter racista, que provoca el repudio mundial e incluso la ASC (American Society of Cinematographers) se pronuncia. En Chile ocurre algo similar pero hacia el pueblo mapuche y también la estigmatización a los migrantes, sobre todo afro descendientes. Se denuncian casos de femicidios, abusos y patriarcado con mucha más fuerza y nuestras colegas forman parte del millón de mujeres que se concentró un domingo 8 de marzo en la llamada “Plaza de la Dignidad“.

 

 

La plataforma Ondamedia empieza a liberar películas chilenas creciendo sus visualizaciones y re-estrenando la que en su momento fue la película más vista: Mala junta de Claudia Huaiquimilla, ahora disponible también en Amazon Prime. En agosto se estrenó Perro bomba de Juan Cáceres, película que había sido exhibida en salas a fines del año pasado. Fue la última película que el Cine Arte Alameda proyectó, mientras ocurrió el trágico incendio provocado por una bomba lacrimógena la tarde del 27 de diciembre. En ambas películas, la dirección de fotografía corresponde a colegas muy jóvenes: Matias Illanes y Valeria Fuentes. Las movilizaciones estudiantiles del 2006 y 2011 forman parte de sus vidas y decisiones y cada uno por su lado, formando parte de acciones colectivas con compañeras y compañeros de su misma generación. Coincidieron en la película Nunca vas a estar solo de Alex Anwanter, donde Matías es el director de fotografía y Valeria meritoria de cámara. Ambos manifiestan la necesidad de un cine más horizontal en donde se visibilicen nuestras demandas sociales y reflexionan en las siguientes respuestas cómo esto es expresado desde nuestro campo, la cinematografía.

Primeras inquietudes

Partamos con los eventos del 2006, cuando se produce una manifestación por parte de los secundarios exigiendo eliminar la ley LOCE, la cual permitía ciertas prácticas lucrativas sobre la educación y del 2011, donde la lucha secundaria y universitaria buscaba una “educación gratuita y de calidad». ¿Cómo fueron marcando su camino estas manifestaciones?

Matías: En el 2006 yo tenía 20 y claro que salíamos harto a la calle, conocí mucha gente. Íbamos harto a las marchas y recuerdo mi primera encerrona con lacrimógenas ahí en calle San Antonio una noche de marcha contra la construcción de Represas en Patagonia. Vi cómo le sacaban la chucha a un grupo de cabrxs que marchaban con banderas estudiantiles y anti hidroeléctricas y me di cuenta también la rabia policial en contra de los movimientos sociales, la resistencia al cambio, el miedo a la pérdida del status qúo. Eso me marcó harto, sentí una impotencia que no había sentido nunca.  De alguna manera esto reafirmó lo que sentía: que todo estaba podrido y no me podía quedar impávido. En esos tiempos yo no estaba grabando, aún ni pensaba en dedicarme a hacer películas, pero sí estaba sacando fotos. Haciendo memoria tengo puros recuerdos lindos de esa época de primeras marchas y salidas a la calle, en donde el apañe mutuo entre lxs que estábamos ahí era absoluto, siempre alguien te podía proteger del guanaco pa que tu cámara no se mojara o si veíamos a alguien en el suelo lo levantábamos de inmediato. Existía una sensación de apoyo generacional que hasta el día hoy perdura en mí y creo que sin duda es una vertiente para más tarde interesarme por proyectos de carácter más político.

Valeria: El año 2006 estaba en primero medio en el Liceo Abate Molina de Talca. Por esas fechas, junto a mis compañeres, marchamos por las avenidas para manifestarnos por una educación gratuita y de calidad y también participé de “las primeras marchas feministas”, que mirando para atrás, nos dimos cuenta de lo que se estaba gestando. También por esas fechas viajamos a Valparaíso a protestar junto a otres estudiantes frente al congreso. Fue muy revelador entender cómo funcionaba el lucro en la educación, la salud y el medioambiente. El año 2010 fue mi primer año fuera de Talca y mi primer año universitario en la Universidad de Chile. Estudié en el campus Juan Gomez Millas, lugar muy activo políticamente. Ahí vi por primera vez la represión sistemática policial y también de las diferentes instituciones privadas y públicas.

Mi participación en proyectos de cine social parte desde mis inquietudes, pienso que el cine es una herramienta significativa a la hora de representar y construir realidades. Estudié en un liceo público y vengo de una familia trabajadora, donde pude conocer diferentes problemáticas que afectan a mis pares, eso me hizo comprender la injusticias con las que conviven muchas personas y territorios. Por otro lado, nos formamos en una escuela de “comunicaciones”, donde se discutía en diversos contextos “qué es el cine», un “arte” o un “medio de comunicación”. Yo creo que lo vemos como una herramienta que puede dar cuenta de situaciones y hoy con distancia, vemos que somos privilegiades, que podemos hablar de situaciones que vemos, vivimos y sentimos. En este contexto es inevitable hablar, crear y sentir un cine social.

Matías: Trato de acercarme a cada película siempre desde un ángulo distinto, independientemente de si tiene mucho o poco contenido político. Todas las películas tienen luchas internas políticas, estéticas y/o temáticas, aunque a veces no son tan visibles. Siento que cuando me llegan guiones uno puede encontrar de todo en ellos. Hay mucho entrelíneas y más allá de los personajes, uno encuentra contextos, atmósferas, sonidos, olores, medio ambientes diversos, que potencialmente pueden transformarse en casi cualquier película. Pero depende de uno cómo enfrentarse a esas tensiones, ahí hay un acuerdo mutuo entre el equipo.

A veces uno se acerca con ideas previas y las cosas que a uno le interesan en el momento las trata de desarrollar, pero eso no necesariamente es lo más sano y nutritivo para el guión. Con el tiempo empecé a ver a las películas como animales cinemáticos que necesitan cuidados especiales y necesidades distintas a las necesidades artísticas personales. Desde ese punto de vista trato de acercarme a los guiones sigilosamente, siendo cauto y dejando que el guión respire solo, sin imposiciones de por medio. Luego aparecen las decisiones formales, que es un poco como restringir la película, ponerle un molde y ahí intento pensar la dirección de fotografía como si fuera un nutriente para la película, un fertilizante para la composición de sus huesos y un vehículo que transporte el cine y las luchas colectivas de manera expresiva y eficiente.

 

Perro bomba (2019) de Juan Cáceres, dirección de fotografía de Valeria Fuentes

Primeras Experiencias

Es de suma importancia los procesos que ambos colegas pasaron previo a Mala junta y Perro bomba: Matías fue invitado a formar parte de Naomi Campbell de Camila José Donoso, mientras que Valeria se embarca en un proyecto con el mismo director y compañero de la productora Pejeperro Films, Juan Cáceres.

Valeria: Perro bomba es mi primer largometraje en un cargo directivo, fue un gran desafío. Las experiencia anteriores, que no son tantas, me ayudaron a comprender la búsqueda y poner restricciones en la mirada. Con esto último me refiero a que abordé el trabajo cinematográfico desde la precariedad y no así desde la ambición. Sabía lo que era enfrentarme a un presupuesto reducido, pero tenía muchas ganas de aprender en la práctica. Antes de Perro bomba hicimos un cortometraje llamado La duda, donde trabajamos casi con el mismo equipo y elenco, experiencia que fue fundamental para la cinematografía. Si bien el resultado no fue lo que esperábamos, fue una guía para saber cómo trabajar en Perro bomba.

Matías: El proceso de grabación de Naomi Campbell fue súper largo, de cuatro años. Fue bien interesante porque la película empezó a tomar la forma de la Paula Yermén, una animal extraña: una bruja sensual, una serpiente poderosa que está cambiando de piel. Entonces ocurrió que los materiales de investigación documental se empezaron a mezclar con los materiales de ficción. Paula grabó sola muchas secuencias nocturnas en las calles de la población. Ahí empezamos a mezclar ese registro en cámara hi-8 con una 5D. Recuerdo siempre oír que «no se podía» mezclar formatos, o que no era recomendado. Nunca entendí por qué, pero a mí me encanta. Más allá de mezclar formatos, nos interesó este híbrido documental-ficción en el que teníamos libertad de representación, porque algunas escenas se recrearon en base al material de investigación, lo que resultó en muchas capas: documental crudo, recreaciones estilizadas, diálogos improvisados, coreografías ensayadas y puestas en escena muy plásticas también. Todo esto claro que genera una perspectiva y un aprendizaje en las cosas que hice después. Con Naomi Campbell aprendí mucho, sobretodo a trabajar con mucho amor y pocos recursos. Fue una película hecha por amigxs, personas que se tenían profundo cariño y respeto. Algo que saqué en limpio fue aprender a observar y respetar las atmósferas de los espacios en que filmábamos, para después potenciarlas con la iluminación y los encuadres. Además trabajamos casi 100% sin actrices ni actores profesionales, interveníamos espacios reales, muchas veces pequeñísimos. Había que ser super cautelosos en cómo nos introducíamos a los espacios para no romper la fragilidad propia de espacios vírgenes, no acostumbrados al cine y su torpeza.

Nunca vas a estar solo

El 27 de marzo del año 2012, Daniel Zamudio, un joven homosexual, pierde la vida tras ser atacado y torturado a golpes por un grupo de jóvenes homofóbicos. Este hecho inspiró la realización de la película Nunca vas a estar solo de Alex Adwanter, donde Matías y Valeria coinciden en el equipo de fotografía.

Matías: Obviamente la violencia fue un tema super discutido cuando hicimos esa película. Había un extraño equilibrio por alcanzar.  A mí me gustaban mucho algunas secuencias de peleas de películas noventeras y nos llamaba la atención la quietud y frialdad al ver una escena de golpiza que termina en un asesinato. Pero sabíamos también que nuestra violencia no era 100% gráfica. Queríamos hacer una escena cruda, pero no gore. Al filmar una escena violenta claro que es fácil siempre panear la cámara y estar super cerca de los personajes, con un pulso eléctrico y adrenalínico. Pero en ese momento estábamos buscando algo más allá de la simple fórmula violencia = cinética de cámara. Y creo que lo hicimos bien porque esa escena no subraya la violencia física, sino que la violencia existente en la indiferencia, que puede ser mucho mucho peor. Entonces la escena observa quieta y de lejos, en un plano conjunto, con la cámara en la mano haciendo un leve tilt. Esto también porque nos interesaba mucho lo que ocurría con el personaje de Félix (Jaime Leiva) al ver la golpiza y no hacer nada frente al asesinato de su amante. Pero igual queríamos un impacto, un quiebre necesario, un alto, un detenerse. Y eso es lo que hace la película. Luego del asesinato de Pablo (Andrew Bargsted) existe un quiebre total y la película se centra, ahora, en un padre fracturado. El ritmo cambia, el lenguaje cinematográfico también. Porque también importaba más qué es lo que ocurre después de un hecho así en un país como Chile, forjado sobre abusos y violaciones, donde la invisibilización y violencia sistemática en contra de su población y aún más de las minorías, es brutal. Entonces que quisimos retratar a Juan (Sergio Hernandez), el padre, en su vida ahora vacía, sin su hijo y llena de abusos evidentes que lo terminan por colapsar. Como a cualquier chileno o chilena. Y así la película no se trata sobre una golpiza, sino sobre el abuso constante y parejo del día a día.

Valeria: Fue una experiencia muy enriquecedora. Aprendí de la primera asistente de cámara, Paula Ramirez. Fue muy paciente y me fue entregando tips. La película era de bajo presupuesto y la ópera prima de Alex. Aún así tenía mucha confianza en el equipo. Me tocó aprender mucho sobre la marcha. Para mí, toda esa comunicación como equipo de cámara, fue importante, siendo una experiencia cercana al cine con ese espíritu social. Sentí que era un cine necesario de transmitir y me motivó posteriormente a contar ese tipo de historias. Fue importante para mí el ir aprendiendo el día a día y la importancia de la metodología en cómo ordenar los accesorios de cámara y la comunicación entre colegas al enfrentar cada escena. Posteriormente para Perro bomba consulté a Matías de cómo había afrontado Nunca vas a estar solo y Mala junta, por lo que fue importante conocerlo durante ese rodaje.

 

Valeria Fuentes y Matías Illanes en los sets de Perro bomba y Mala junta

Mala junta y Perro bomba

Nuestros colegas tuvieron que enfrentar temáticas del racismo hacia el pueblo originario y afro descendiente con un presupuesto bastante limitado. Matías viaja a una comunidad en el sur de Chile donde tiene que familiarizarse y Valeria en el centro de Santiago, estudiando el comportamiento de la calle y buscando locaciones precisas para intervenirlas lo menos posible.

Ambas películas tienen algunos momentos muy importantes, no solo desde su acto dramático, sino también desde su atmósfera, donde es importante las decisiones que toman con lo que utilizan en la práctica, el único recurso que les queda. Por ejemplo en Mala Junta, hay una escena donde el padre y el hijo se encaran, se dicen todo en medio de una carretera donde la única fuente son las luces de un automóvil a contraluz. En Perro bomba, en el momento que presentamos el giro de Stevens, lo vemos en un plano general al atardecer desde el techo de la fábrica, prácticamente en silueta.

Valeria: La cinematografía de Perro bomba se adaptó a la historia, trabajamos desde la precariedad y no desde la ambición. Si bien soy de la idea de que no hay que romantizar el cine de bajo presupuesto, ya que muchas veces precariza el trabajo cinematográfico. A falta de equipos técnico y humano, tomamos decisiones como el uso de una óptica luminosa. Teníamos solo dos lentes, leds con baterías portátiles, portafiltros y gelatinas sostenidas con perros de ropa. También es preciso mencionar que fui asesorada por personas con más experiencia en rodajes como lo fue mi compañero Raúl Moncada, entre otres. Por otro lado, los seguimientos de cámara y algunas conversaciones no fueron planificadas, muchas de ellas solo fueron una conversa y luego fluir. No hubo coreografías preconcebidas, sino conexiones de miradas y reacciones.

Perro bomba fue una película que fue postulada a varios fondos, pero al no recibir el apoyo estatal en una primera etapa, decidimos hacerla igual. Pienso que el cine social trabaja con un motor que va más allá de las lucas, son historia que deben ser contadas sí o sí, que nacen de la necesidad de visualizar una problemática contingente. Todes esperábamos que el tema principal de la película quedará obsoleto, el racismo contra los migrantes, sin embargo aún sigue siendo tema y por ende, Perro bomba es un cine de impacto. 

Fue fundamental la confianza que tuvimos con Stevens. Es una persona muy atenta y creativa, su talento para la improvisación nos dio oportunidades y tiempo para experimentar y aprovechar a concho las locaciones, que muchas eran reales, como la fábrica y su casa. Si bien no fue mucha la intervención que hicimos en ellas, pudimos crear códigos cinematográficos que hacen distinguible una propuesta de iluminación y de tratamiento de cámara.

Matías: Antes de Mala junta yo había colaborado con la Clau Huaquimilla en su proyecto de título, un cortometraje llamado San Juan. Ahí no hice la fotografía, sino que la corrección de color. Me di cuenta que en ese corto había algo super importante: la Huaqui filmó su familia de una manera íntima y delicada, poco invasiva, casi invisible. El corto es impresionante. También actúa el Cheo (protagonista de Mala junta) y varixs familiares de Clau que después aparecieron en la película. Ese corto de alguna manera fue la semilla de Mala junta y fue una primera pista para después proponer esquemas de trabajo y enfrentar el rodaje. Para todxs era fundamental mantener familiaridad con la comunidad y los espacios donde íbamos a  grabar.  El cine y su aparatus es extremadamente invasivo y torpe, más aún en manos de pura gente joven que estaba en la escuela o acababa de salir y que estaba aprendiendo a hacer películas. En ese sentido tratamos de ser lo más cautos posible, osea tratar de no sobredimensionar las operaciones de ficción para no arrasar con la autenticidad del relato y los espacios que los personajes habitaban. Con respecto a la imagen, buscábamos un naturalismo fotográfico, un realismo social que requería no delatar tanto las “costuras”, entonces la propuesta siempre fue mantener la sencillez y tratar de ser fiel a las atmósferas lumínicas locales. El sur de Chile tiene una luz bien particular y cambiante, a veces incluso amenazante, y eso nos atraía. Si una nube entra, todo se oscurece y se pone opaco, entonces lo aceptábamos orgánicamente. Usamos también una cámara pequeña con sensor M4/3 que nos permitiera ser rápidos y que pudiera utilizar ópticas de 16mm. Después de hacer un par de tests, la mejor opción por precio y calidad era la Black Magic Pocket y los Zeiss high speed. La cámara era fácil de montar en grip, steady o en mano. Pienso que fue una combinación acertada, aunque durante el rodaje se rompieron 2 cámaras. El proceso de post producción y corrección de color también fue súper complejo. Nos ganamos un WIP para corregir el color en México, pero el trabajo a distancia y la inexperiencia de todos hizo que el resultado no fuera lo que queríamos. La primera versión de color era súper mexicana y latina, con colores saturados, una imagen muy vibrante, casi postiza. No era lo que buscábamos y nos dimos cuenta tarde. Tuvimos que traernos todo el proyecto de corrección de color para Chile y terminarlo aquí, para tratar de arreglarlo en poco tiempo, antes de su estreno nacional. Ahí entró la Pame Valenzuela (Filmosonido) y con su magia coloreó la película en tiempo récord. Lo hizo maravilloso. Pienso que el resultado es una película potente. Y no por su confección artística, sino por su enfoque, por sus ganas de luchar contra un sistema ciego, discriminador, adulto-centrista y opresivo.

 

Mala junta (2016) de Claudia Huaiquimilla, dirección de fotografía de Matías Illanes

La Cinematografía en el contexto político actual

Matías: Creo que somos parte de un momento particular y que tenemos una oportunidad: existe la construcción de una “bisagra política” que facilita la movilidad social y abre puertas, pero también las puede cerrar.  No comparto los argumentos como “no vamos para ningún lado”, “es inútil luchar” o “esto siempre ha pasado en la historia de la humanidad”.  Somos una generación despierta y activa, con ganas de que las cosas mejoren, pero crecimos en un circo ridículo, apático, donde todo está desequilibrado en función del dinero y la persecución del poder.  Genuinamente creo que se acabaron las ganas de perpetuar este capitalismo exacerbado. Temáticas como equilibrio medioambiental, desigualdad social, derechos de las minorías, políticas de género, respeto a la tierra y los pueblos originarios, etc. son cada vez más importantes y están muy presentes en las generaciones jóvenes. Eso no ocurrió con las generaciones de nuestras madres y padres.

Ahora, esta oportunidad a mí parecer no es sólo política, sino que existe la chance de reconstruir nuestros mitos: reescribir nuestro presente y crear historias nuevas que nos permitan mutar hacia una sociedad más consciente, respetuosa y solidaria. Veo la creación de nuevas mitologías como el único camino para establecernos como seres nuevos, de cara a un futuro difícil. Desde esta perspectiva las artes y el cine tienen un rol importante, porque ahora tenemos que decidir: seguir perpetuando las mitologías viejas o inventar otras nuevas que equilibren la balanza y nos de la chance de re fundarnos como especie.

Valeria: El estreno de Perro bomba no estuvo exento de pormenores, comenzando con los comentarios xenófobos tras el lanzamiento del trailer en YouTube y luego, en su estreno comercial en el cine, en plena revuelta social. De hecho estaban dando la peli cuando los pacos quemaron el Cine Arte Alameda. Creo que la película refleja muchas de las injusticias por las que las personas estaban protestando en la calles, como los derechos fundamentales, un trato digno, salud y educación, entre muchos otros. Actualmente se puede ver de forma libre y online a través de la plataforma Ondamedia, justamente luego de eventos como el homicidio a sangre fría del afroamericano George Floyd y la represión e insistente violencia sistemática contra les mapuches en Chile.

La democratización tecnológica, ha dado tregua a realizadores que vienen que otras ideas y territorios, con maneras de pensar el trabajo en equip distintas, distantes de la hegemonía patriarcal en el set. Sueño con un cine colectivo donde no solo reconoce el labor de dirección o de directores de áreas, donde se active y respete un trabajo horizontal y colaborativo entre pares, ampliando las miradas y libertades. Por último cito a Lucrecia Martel, “Muchas veces me da la sensación de que hacemos cine basándonos en películas que hemos visto, y despreciamos lo que nos rodea, como si en el mundo no hubiera otras estructuras narrativas que observar”.

Respecto a la violencia de género y machismo pienso que, si bien hay cosas en las que hemos avanzado con respecto a la visibilización y reconocimiento del trabajo de mujeres cinefotógrafas, hoy existe una deuda de la que debemos hacernos cargo. Necesitamos diversidad de miradas para crear una realidad más representativa. Es por esta razón que colectivas y asociaciones como: Nosotras audiovisuales, Lumbre, ACC y ACAM son tan necesarias.

De a poco los rodajes han retomado en algunos países, donde las organizaciones audiovisuales y el compañerismo entre colegas ha tenido mayor fuerza. El compartir conocimiento entre generaciones más jóvenes, como la de Valeria y Matías, con las más legendarias seguramente se fundará en un nuevo cine post pandemia, no solo en su contenido, sino también en la forma como se crea, valorando aún más el trabajo colectivo sobre el individual. Un cine donde muy posiblemente también se desarrolle en un Chile con la mirada más amplia.

 

Mala junta , disponible en Amazon Prime y en Ondamedia.cl
Perro bomba, disponible en Ondamedia.cl